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En la enfermedad está la cura: Pan

  • Foto del escritor: Raquel Oletta
    Raquel Oletta
  • 25 may 2020
  • 5 Min. de lectura

Actualizado: 24 dic 2020

El Coronavirus y otras enfermedades como una tentativa de curación.

“Oh, Pan querido, y demás dioses de este lugar, concédeme el ser bello en mi interior. Y que todo lo de mi exterior esté en armonía con mi interior”. Sócrates.



En Marzo del año 2020 el Coronavirus fue declarado pandemia por la Organización Mundial de la Salud. Desde antiguo es sabido que la palabra tiene un poder: cuando se nombra, se da significado, se crea. De allí que resulte sensato intentar develar el sentido de algo investigando su origen. Pandemia es una palabra que proviene del griego pandemos. Pan significa todo y está asociado con el dios Pan de la mitología griega, y demos significa población. En consecuencia, podemos afirmar que la pandemia del Coronavirus es una enfermedad que se extiende a toda la población de la tierra. Nos incluye y nos incumbe a todos.


El dios Pan a nivel psicológico nos habla de una fuerza de nuestra naturaleza salvaje que nos iguala: los instintos básicos. Es todo lo impulsivo, vigoroso, y no civilizado en nosotros, asociado al Pan griego: dios de los pastores y rebaños, una suerte de monstruo mitad humano y mitad cabra, que se esconde en las grutas y en lo oscuro y aparece de improviso generando pánico. Asumir a Pan en la psique es una metáfora que sugiere aceptar nuestro sustrato primario, aquello que garantiza nuestra supervivencia como especie, y que es ese ser “primitivo” que somos. Es una imagen que alude a ese animal que vive en sintonía con su naturaleza (interior) y la naturaleza (exterior). Este ser natural parece ahogado por el espíritu de nuestra época, que en aras de una supuesta “civilización”, centrada en la producción y el consumo ilimitados, nos ha alejado de lo primordial.


En este orden de ideas, la negación de lo natural en nosotros, el no reconocimiento de Pan, genera una respuesta reactiva por parte de esa fuerza instintiva que quiere ser conocida e integrada en la consciencia. Por ello surge con todo su poder, amenazante, letal y urgente, como una potencia destructiva que genera pánico.


Y como todo lo que pasa conviene, en tanto nos permite aprender y evolucionar, pareciera que esta “pan-demia” ha venido para convocarnos e igualarnos, para asumirnos seres humanos con necesidades básicas: refugio, alimentación, salud, sexualidad, y una vida en relación con los otros y en libertad. Esto que somos en esencia, parece inclinar la balanza frente a los “valores” de nuestra vida en sociedad, focalizados en el poder y en la irreflexiva explotación de la naturaleza y del hombre.


Hemos sentido pánico de perder nuestro bien más preciado: la vida, y como buenos salvajes nos hemos refugiado en nuestras cuevas, a la espera del cese de la amenaza.

Dice Carl Jung que el arquetipo que se niega se nos impone. En otras palabras, la esencia instintiva en nuestra psique que se intenta mantener inconsciente, surge con fuerza en nuestra vida con el único deseo de ser reconocida e integrada. Pero también afirma que el Dios que hiere es el que cura.


De este modo podríamos imaginar que en la Pandemia está el mal y la cura: la negación de Pan es el mal y la integración de Pan, la sanación.

Al regresar a casa y durante la cuarentena, hemos experimentado en mayor o menor proporción la necesidad de centrarnos, de valorar el retiro y la interioridad y de ir al encuentro de nosotros mismos y nuestra tribu. Para algunos este ha sido un espacio de nido y refugio, donde se aloja la naturaleza reflexiva y sosegada de Pan. Otros hemos estado vinculados con ese lado urgente e impulsivo del dios y hemos sido presa de pesadillas y ansiedad; en una palabra: pánico. Muchos hemos vivenciado ambos extremos: calma y terror. Y es que todo lo psíquico tiende a lo polar y paradójico, tiene dos caras. Por ello la psique es descrita como un mecanismo homeostático, que tiende al equilibrio de sus opuestos y se autorregula.


La casa a nivel simbólico es una imagen de nuestra psique. En la mitología griega está representada por Hestia, la diosa del fuego del hogar, que simboliza nuestro centro y que curiosamente es un arquetipo rechazado y subestimado por el espíritu de nuestra época, marcado por la acción heroica y la extroversión. Hestia y Pan son pues, el centro y la periferia del psiquismo, son extremos en tensión que necesitan ser vividos y balanceados.


En la antigüedad, Plutarco anunció la muerte del dios Pan, una metáfora de la merma de la naturaleza en nosotros, del cuerpo emocional y lo instintivo. Si Pan muere, la naturaleza interior se subyuga, y la naturaleza exterior se somete a los caprichos del nuevo Dios, ese hombre omnipotente que, como el titán Prometeo, la manipula y contamina a su antojo, tomado por una voluntad irracional, sin límites. Pero sabemos por experiencia que lo que se reprime o permanece inconsciente, regresa con más fuerza y se impone, buscando equilibrio. Desde esta idea podríamos imaginar que las enfermedades o pestes de este tiempo que nos ha tocado vivir, llamadas coronavirus, discriminación o autoritarismo, son una especie de síntoma o mal necesario a través del cual hallaremos la cura. La enfermedad tiene un sentido y si la pandemia es el mal, entonces la naturaleza instintiva en nosotros representada por Pan puede representar la salud. Lo mismo ocurre con el racismo y otros nefastos "ismos". La mejor medicina es reconocer el mal presente en nosotros y hacerlo consciente. Este saber se nos presenta como la única vía para propiciar un cambio. Y Pan siempre aparece en la urgencia, en las situaciones extremas de la vida y nos conecta con el cuerpo emocional, con la naturaleza psicosomática.


Buena parte de la población espera la vacuna del coronavirus y otras pestes, una medicina que mantenga a raya las enfermedades. Sabemos que las vacunas se basan en el principio homeopático: lo similar cura, es decir, del mal se extrae la vacuna, del veneno, el antídoto. Esta es la base de un principio científico y terapéutico y de un saber filosófico.


Prefiero ser optimista y pensar que en la enfermedad podemos encontrar la clave de la salud, que apunta a hacer consciencia sobre quiénes somos y qué necesitamos como sociedad: armonía con nuestra naturaleza adentro y afuera.


El mito de Pandora y su famosa caja narra el castigo que Zeus envió a los titanes por robar el fuego a los dioses. Pan-dora significa en griego la que dá todo. Cuando la joven abrió la caja todos los males y plagas salieron y se extendieron por la tierra. Pero en el fondo de la caja permaneció la esperanza, el atributo más precioso del ser humano, que, lejos de lo que se cree, no se basa en la certeza o en la fe de que todo irá bien, sino en la profunda convicción de que pase lo que pase, siempre tiene un sentido. Nuestro deber es encontrarle el sentido.

Me aferro a la esperanza de que saldremos mejores seres humanos del cautiverio y la pandemia, y que el instinto nos devolverá al instinto.

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